domingo, 22 de marzo de 2009

Atrapados en azul. 30 Carrera del agua 2009

Esta mañana Pedro y yo hemos continuado con el proposito de correr una carrera al mes. Después del chasco con el Cross de Coslada buscamos otra carrera y encontramos la Carrera del Agua que organiza el Canal de Isabel II.
 
El martes nos inscribimos y recogimos nuestra camiseta y dorsal, con las instrucciones para la colocación del nuevo chip de cronometraje (usado por primera vez en Madrid y como prueba para el Medio Maratón), un plano con el circuito y el reglamento y una bolsa bastante chula.
 
Quedamos a las 8:15 en la zona de llegada, para dejar allí un coche y subir el otro a la salida y luego cuando acabáramos recoger el primer coche e ir a por el segundo. Aparcamos el coche de Pedro entre el Estadio Vallehermoso y el Tercer Depósito. Allí un chicho y una chica que también habían dejado el coche nos preguntaron si podíamos subirles en el coche porque sino no les daba tiempo. Subimos los cuatro y tras dar un par de vueltas aparcamos el coche y fuímos a la calle General López Pozas donde recogimos el chip en el Segundo Depósito y daba comienzo la salida.
 
Pedro y los otros dos chicos entraron en la gasolinera al baño y apenas un minuto después que salieran dio comienzo la carrera. Bajamos por General López Pozas hasta enganchar con Padre Damián, por la que continuamos hasta el Bernabeu, al que bordeamos por Rafael Salgado para ir a parar al Paseo de la Castellana. Subimos Castellana hasta Plaza Castilla y darle la vuelta para coger la salida de Bravo Murillo. Por Bravo Murillo bajamos casi la mitad de la carrera, hasta la Islas Filipinas por donde giramos para continuar por Cea Bermudez hasta el final y en Cristo Rey girar casi 180º y subir por San Francisco de Sales hasta Pablo Iglesias, por donde bajamos hasta la entrada principal del recinto del Tercer Depósito, una vez dentro lo bordeamos entero por la zona habilitada para correr (que es del mismo material que las pistas de atletismo) y de nuevo a la altura de Pablo Iglesias y antes de llegar a la entrada principal estaba la meta.
 
La carrera comenzó cuesta abajo, pero se volvió cuesta arriba en Castellana hasta Plaza Castilla. De nuevo en Bravo Murillo se volvía a correr a favor de la gravedad hasta Cristo Rey, donde había que subir la pequeña cuesta de San Francisco de Sales. Era una carrera muy rápida al ser en su gran mayoría de bajada. Sin embargo, Pedro y yo fuímos todo el rato juntos, tardamos 53:03, a un ritmo de 5.19 min/km, yo llevé una media de 156 pulsaciones y una máxima de 182. Íbamos buscando un ritmo cómodo que ambos pudieramos aguantar bien dentro de dos semanas en el Medio Maratón de Madrid, para poder ir juntos.
 
La gran mayoría de la gente llevaba la camiseta que habían dado antes, era azul celeste con las mangas blancas y logos del Canal de Isabel II y del Club Deportivo Canal en las mismas y el nombre de la carrera en la espalda. Miraras a donde miraras se veía azul, te encontrabas atrapado en azul. Al acabar nos dieron una botella de Powerade (del transparente que no sabe a nada), un bote de Coca-Cola Zero y una bolsa de agua potable para reponer fuerzas y como premio por el esfuerzo una medalla con un motivo de un cuadro de Murillo en el anverso (el niño mendigo) y el nombre de la carrera y el club Canal en el reverso.
 
Para acabar de rematar la faena no podía falta la nota graciosa (que al principio no nos hizo mucha gracia). Habíamos dejado el coche de Pedro en la meta y cuando dejamos el mío Pedro dejó en el maletero la mochila con todo lo que llevaba. Yo cerré el coche y a correr. Pues alrededor del kilómetro 4 me pregunta por las llaves de su coche y yo le digo que están en la mochila, en el maletero de mi coche... no teníamos las llaves de su coche para volver a por el mío, y no teníamos dinero para metro o taxi. Así que una vez acabada la carrera llamamos a la ODAC de Chamberí y pedimos que unos compañeros nos recogieran y nos llevaran donde mi coche para recogerlo y volver a llevar a Pedro a por su coche.
 
Dentro de un par de semanas nos toca el Medio Maratón y a ver si puede ser y esta semana nos recorremos el muro de la Casa Campo para entrenar.

lunes, 16 de marzo de 2009

Esos locos quecorren

Yo los conozco.
Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.
Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.
En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.
Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.
Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.
No están bien de la cabeza.
Usan championes con aire y zapatillas de marca, corren descalzos o gastan calzados.
Traspiran camisetas, calzan gorras y miden una y otra vez su propio tiempo. Están tratando de ganarle a alguien.
Trotan con el cuerpo flojo, pasan a la del perro blanco, pican después de la columna, buscan una canilla para refrescarse… y siguen.
Se inscriben en todas las carreras… pero no ganan ninguna.
Empiezan a correrla en la noche anterior, sueñan que trotan y a la mañana se levantan como niños en Día de Reyes.
Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de la carrera comen pastas y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con asado apenas termina la competencia.
Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años. Son hombres y mujeres.
No están bien.
Se anotan en carreras de ocho o diez kilómetros y antes de empezar saben que no podrán ganar aunque falten todos los demás.
Estrenan ansiedad en cada salida y unos minutos antes de la largada necesitan ir al baño.
Ajustan su cronómetro y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles.
Son sus referencias de carrera: ‘Cinco que corren parecido a mí’. Ganarle a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa.
Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece.
Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar que se la entregue un niño que levanta un vaso cuando pasan.
Se quejan del sol que los mata o de la lluvia que no los deja ver.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de un sauce o el resguardo de un alero.
No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que llegan a la meta.
No las preparan…son parte de ellos.
El viento en contra, no corría una gota de aire, el calzado nuevo, el circuito mal medido, los que largan caminando adelante y no te dejan pasar, el cumpleaños que fuimos anoche, la llaga en el pie derecho de la costura de la media nueva, la rodilla que me volvió a traicionar, arranqué demasiado rápido, no dieron agua, al llegar iba a picar pero no quise.
Disfrutan al largar, disfrutan al correr y cuando llegan disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido.
¡Qué ganaron una vez más! No se dieron cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de personas… pero insisten con que volvieron a ganar. Son raros. Se inventan una meta en cada carrera.
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay locos que corren.
Les tiemblan las manos cuando se pinchan la ropa al colocarse el número, simplemente por que no están bien. Los he visto pasar.
Les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen.
A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se les desfigura, la transpiración corre por sus caras, las puntadas empiezan a repetirse y dos kilómetros antes de la llegada comienzan a preguntarse que están haciendo allí.
¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la vereda?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo.
Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta.
Llevan un cartel en la frente que apaga y prende que dice ‘Llegué -Tarea Cumplida’.
Apenas llegan toman agua y se mojan la cabeza, se tiran en el pasto a reponerse pero se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes.
Se vuelven a tirar y otra vez se paran porque van a saludar a los que llegan después que ellos. Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.
Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo.
Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.
Se agrupan por equipos y viajan 200 kilómetros para correr 10. Compran todas las fotos que les sacan y no advierten que son iguales a las de la carrera anterior.
Cuelgan sus medallas en lugares de la casa en que la visita pueda verlas y tengan que preguntar.
Están mal. -Esta es del mes pasado- dicen tratando de usar su tono más humilde. -Esta es la primera que gané- dicen omitiendo informar que esa se la entregaban a todos, incluyendo al que llegaba último y al inspector de tránsito.
Dos días después de la carrera ya están tempranito saltando charcos, subiendo cordones, braceando rítmicamente, saludando ciclistas, golpeando las palmas de las manos de los colegas que se cruzan.
Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día.
Dicen que los pescadores, los nadadores y algunos más.
Dicen que la gente no se banca tanto silencio.
Dicen que ellos lo disfrutan.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Dicen que el resto busca excusas para estar siempre acompañado.
Están mal de la cabeza.
Yo los he visto.
Algunos solo caminan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y trotan un poquito.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Estiran, se miran, giran, respiran, suspiran y se tiran.
Pican, frenan y vuelven a picar.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.
Están completamente locos.
Original publicado en marzo de 2009

domingo, 1 de marzo de 2009

Ahora que las tormentas son tan Breves. Cross U.A. Coslada

Después de casi un mes sin caer una sola gota de agua en Madrid ha tenido que llover justamente hoy. Después que Max y José anunciaran que no podían venir por temas de trabajo y de lesiones respectivamente, esta mañana con la que estaba cayendo me dijo Pedro que tampoco iba a ir a correr. Yo por un momento pensé en ir, ya que estaba despierto y desayunado… pero luego me lo pensé mejor y pensé que no merecía la pena ponerse hasta arriba de barro, empaparse y coger una pulmonía teniendo el examen en una semana y tener que dejar de estudiar por falta de fuerzas. Así que con las mismas le pedí consejo a Paula (sabiendo lo que me iba a decir) y me volví a meter en la cama.
Me ha dado rabia porque tenía ganas de ir a correr, pero ya habrá otra carrera para ir.